martes, 15 de noviembre de 2016

Romper el estereotipo

Me han enviado hace poco un video de alguien que hace shows con sus caballos para que les diga si eso que se muestra es igual o similar a lo que yo propongo o a lo que se ve en las películas de Alexander.



"Todo lo que tiene que hacer es simplemente pensar y pensar, para romper con el estereotipo. Entonces serán posibles muchas cosas.”
                                            Alexander Nezorov

El paso que propongo para “romper el estereotipo” es el abandono de las técnicas. Por esto es que la enseñanza de mis cursos incluye un profundo análisis de la relación hombre-caballo. Durante toda esta etapa, nos dedicamos al análisis de los distintos métodos de doma-entrenamiento que han existido y existen hoy día. De esa manera, no solo se hace clara la contradicción existente en las metodologías ecuestres, con sus distintas técnicas de amanse o aproximación al caballo, sino también, lo innecesario de estas, la violencia oculta, la falacia de sus promesas de amistad y respeto y la búsqueda última de control de los caballos.

Como lo he explicado en muchas oportunidades, casi la totalidad de aquellas técnicas existentes son atajos para lograr un cierto control del caballo o de sus habilidades. El abandono de esta actitud conlleva la búsqueda de una relación franca y sincera con ese otro ser con el que quiero establecer contacto, en este caso, el caballo. La amistad verdadera se construye de otra manera y no hay técnica que sirva para el encuentro con el otro.

Una relación sincera, plena, franca con otro ser, no puede estar guiada por las modas, el utilitarismo o el egoísmo. Cuando eso ocurre no estamos hablando de ese íntimo contacto de alma a alma.

En busca de la comprensión del otro (el caballo, en este caso), el aprendizaje es una de las maneras (posibles o correctas) además de la empatía. La empatía es importante pero el aprendizaje es una de las herramientas clave. El aprendizaje sobre el otro, sobre el significado de sus acciones, el mensaje de sus gestos... eso nos va a dar una idea de la relación entre su comportamiento y lo que éste expresa. Todo esto es un aprendizaje que hacemos para una mejor comprensión del otro. Muchas veces al interponer nuestros anhelos o nuestras ideas, veo que hacemos un recorte de la realidad. En este camino el auto engaño, la fantasía, la falacia, los eufemismos simplemente no nos van a ayudar, más bien nos alejan, nos impiden la comprensión y dificultan el aprendizaje. A partir de aprender como el otro (el caballo) ve el mundo, entiendo que podríamos interpretar de manera aproximada su realidad, pero si esta interpretación tiene por fin último la satisfacción de nuestra fantasía personal, será muy difícil ver las cosas de manera “objetiva” (o entender la subjetividad del otro). No por nada, en el libro El silencio de los caballos traté de explicar este concepto de ponerse al servicio del otro, esta idea de la que hablo sobre colocarse por debajo (understand)1 para poder aprender del otro y su mundo. Cuando nuestro deseo (sea este deseo el resultado de un anhelo personal o un “mandato” histórico-social) de que el caballo nos sirva al propósito que le hemos asignado en nuestra mente tiene características performativas, toda la comprensión de la situación real, la comprensión del otro o de su comportamiento puede perderse en una fantasía.
La idea de que el caballo “juega” con el bridón en su boca, o que la baba espumosa en la boca del mismo es indicio de algo sano, o incluso la idea de una renombrada etóloga de que “el caballo atado patea porque le tomamos por sorpresa y no puede vernos”, pueden ser un claro ejemplo de lo que es una interpretación forzada de un comportamiento o un hecho.
Con todas sus incidencias y su complejidad sé que no es fácil entender en profundidad esto, pues se ha naturalizado de manera inconsciente la actitud utilitaria respecto de los caballos. Por esto digo que el cambio mayor debe ocurrir en las personas y no en los caballos, pues aun queriendo un cambio en nuestras maneras de interactuar con ellos es difícil para muchas personas abandonar el deseo de que sus caballos les “sirvan para algo”.
El supuesto de que existe una técnica, un método o un instrumento para alcanzar la relación soñada con un caballo es una fantasía corriente hoy día en la new age ecuestre.
Me encuentro una y otra vez con la situación de tener que explicar esto a muchas personas, incluso a algunas a quienes no se les ocurriría nunca pensar de esta manera en otros aspectos de sus vidas.


Parafraseando a Casilda Rodrigañez, esta experiencia proporciona el conocimiento de que las técnicas son aspectos secundarios, y que lo esencial de la relación y de la capacidad de diálogo entre humano y caballos, es el deseo de complacer al otro. Refiriéndome a los resultados que suelen verse (en shows o demostraciones ecuestres), que son lo más conocido, creo que todo el mundo sabe que se pueden enseñar todos los trucos o incluso todos los elementos de la Haute Ecole clásica, y ni rozar siquiera la experiencia de una relación espontánea guiada por el respeto, el dialogo, o el interés libre de presión o soborno. Los trucos por sí mismos no nos transforman por dentro ni producen diálogos entre caballo y persona. Sólo lo hacen en la medida en que ayudan a la inducción o producción de un lenguaje común y de un vínculo sano. Uno puede estudiar durante años las técnicas y volverse un maestro en ellas, pero en definitiva uno al final será el mismo de hace veinte años, con mayores habilidades en trick training, cliker o en doma natural. El interés en el caballo como alguien con quien deseamos vincularnos, antes de guiarnos hacia cualquier truco, debe ser tal que sólo con producirse ese vínculo, nos satisfaga y nos realice. Ahí es donde se va operando el cambio real necesario en las personas.
''La cuestión es que el principal secreto de una relación especial con el caballo, lo que confiere al hombre las habilidades sorprendentes para educarlo, consiste en el hecho de que no hay ningún secreto.
La verdad es que hay, pero es tan modesto, tan poco espectacular, que estoy de alguna manera incómodo, incluso, al mencionarlo.
El secreto de la relación con el caballo es amar su esencia cuando lo miras. Sentir su dolor, el miedo y el malestar como el tuyo propio. Amar su extraño punto de vista, visto desde el mundo humano y, siempre que sea posible, compartir esa visión del mundo.
Es necesario respetar la total indefensión del caballo y reconocer su derecho a estar insatisfecho. Hay que renunciar a la soberbia de primate estúpido y darse cuenta de que pertenecer al suborden de los homínidos no da derecho absoluto alguno a ningún tipo de supremacía.



El secreto del alma del caballo es que el caballo no te debe nada y no está obligado a obedecerte''. Alexander Nevzorov
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1  Esta transformación, en general, podríamos decir que se inicia con un aprendizaje. Un reaprendizaje, si lo desean.
En algunas otras ocasiones, he mencionado la relación que hay entre entendimiento y aprendizaje.
Para poder entender a nuestro caballo, intentaremos algunas de las cosas que estuve sugiriendo con anterioridad. Mi propuesta ha sido siempre partir de esta frase de uno de mis maestros. Él decía que comprender significa “ponerse debajo“: “understand” (stand: pararse; under: debajo), en el sentido
de que la comprensión requiere de una atención, de un aprendizaje, tal vez, de un servicio.
(...)La idea de comprender realmente al caballo, de preocuparse por entenderlo, sugiere una atención y también de un cuidado, un desvelo.
Atender sus necesidades encuentra como requisito comprenderlas, tener una mirada atenta. “Cambiar la mirada” implica, un poco, ponernos al servicio de sus necesidades, no ya él al servicio de las nuestras, por eso esta idea de colocarse por debajo (understand). 


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