miércoles, 7 de diciembre de 2016

Los Caballos. Amor y control



En esta antigua fotografía, (al igual que en la anterior que fue retirada por pedido de autor - pido disculpas a Miron Bococi por la confusión respecto de los derechos de uso de su imagen) pueden verme durante el trabajo con un caballo de carreras que se lanzaba atacando de manos. Lo que se ve es una corrección ante un intento de llevar sus cascos a mi cabeza, a lo cual respondo " sshhh!, esto no puedes hacerlo". Es una corrección rápida con el ramal. Interpongo mi presencia y mi postura a su animosidad. Esto sería como tratar de corregir a un niño violento con represión o incluso violencia y nada tiene que ver con lo que haría hoy día en la misma situación pues he descubierto que hay otros caminos para enseñar a los caballos respeto. Esto es en principio, respetándolos.


Hoy día, la mayoría de las veces, el valor junto a los caballos no tiene que ver con grandes hazañas, ni la fuerza con poderosos saltos. Ni siquiera con reconocerse equivocado desde toda la vida respecto de lo que entendíamos sobre ellos. El valor y la fuerza es muchas veces poder, al estar con ellos, tener el coraje y la voluntad de reconocerlos y comenzar nuestra relación de nuevo. 
Se necesita confianza -y tal vez un poco de fe en el otro o en el amor- en que no hay otro camino mejor que el del respeto y la libertad. En definitiva sin esa confianza y algo de valor sucumbimos ante el miedo o pequeños temores y comenzamos a controlar a nuestro amigo caballo. Pero el control es lo contrario a la libertad e incluso contrario al amor. El miedo y la intolerancia nos han llevado muy lejos de la comprensión de los caballos. El caballo es un animal grande y fuerte y eso intimida a mucha gente, es por eso que existen tantos métodos de control. Y esto no es solo consecuencia de algo histórico, que viene de la tradición y que está cambiando hoy. Todo lo que se conoce sobre los caballos hoy día se está usando para crear nuevos métodos de control. Solo analicen las nuevas domas naturales, racionales, no violentas o similares y verán gran cantidad de conocimiento sobre cómo “son” los caballos, aplicado a su sometimiento y su control. Aun en estos nuevos y bien intencionados intentos de relación, lo que prevalece es el miedo. Este nos lleva al control y lejos de la comprensión y del amor.



Me vino a la mente la frase de esa canción de Bob Marley que dice "liberémonos de la esclavitud mental, solo nosotros mismos podemos liberar nuestra mente”. Y pensaba en todas esas personas que en realidad no creen en el amor, o sea, no creen que los caballos puedan ser enseñados sin violencia, no creen que los caballos puedan entender sin que se los obligue, no creen en que los caballos puedan ser tratados como otro y como seres, con todas las posibilidades de elección y aprender a llevar un jinete en su espalda, a hacer los elementos que Alexander Nevzorov muestra o que nosotros hacemos con nuestros caballos. Esa es la verdad, ellos están esclavizados a la idea de que los caballos deben ser sometidos u obligados de alguna manera. En el fondo no confían y no creen en otras maneras. Es realmente muy interesante. Cuando alguien empieza a confiar, a creer y empieza a darle libertad a su caballo es porque cree en esa libertad. Es porque se esta dando la libertad a sí mismo de poder pensar de otra manera. Libertad de creer, libertad de amar, libertad de encontrase con el otro sin obligarlo, empujarlo o forzarlo. Con paciencia, con amor, con confianza. Haciendo cosas por el otro sin estar forzándolo a que nos de respuestas, sin esperar resultados, no esperando devoluciones. Creo que el primer paso hacia la libertad o el amor o "hacia la libertad en el amor" es ese, es dar desde el corazón y si el caballo nos da, a su vez desde su libertad, entonces, bienvenido. Pero hay gente que no puede darse esa libertad, que están esclavizados a la necesidad de controlar, de obtener, de estar seguros de que su caballos les van a dar lo que ellos están deseando, aunque no lo merezcan, aunque no hayan dado nada a cambio, aunque no hayan sido lo suficientemente amables o amantes para darle al otro la seguridad del respeto, la paciencia para enseñarle, el servicio al cuidarlo y la comprensión al tratar de hacernos comprensibles.



David Castro, autor de El Silencio de los Caballos 

Foto 1: Ina
Foto 2: Mariana Domic

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