Marcado en el cuerpo
Nosotros,
los monos desnudos, tan desconectados de nuestro propio cuerpo, al
que consideramos una bestia que hay que domar, controlar y desoir.
Tan carentes, desde el nacimiento, del cuerpo de nuestras madres y
nuestros seres queridos!
Siempre
me asombra cuando escucho a ciertos especialistas hablar sobre el
cuerpo del caballo, sobre lo que experimenta o siente. ¡ Un ciego que
define colores !
De
todas maneras todo lleva a preguntarme si las fuentes de tanta
incomprensión respecto de los caballos no serán la mismas que, como
cultura, nos marcan en esta gran separación que sentimos de la
naturaleza, de nuestra propia naturaleza que es nuestro cuerpo
biológico por ejemplo. ¿Podrían también estas actitudes estar
relacionadas y reflejadas en la manera en que criamos y tratamos a
nuestros propios hijos? La separación inmediata del cuerpo de la
madre que padecen los niños al nacer parece ser una clave importante
para entender muchas cosas en referencia a este tema1
La
puja entre hombre y naturaleza en nuestra cultura tiene larga data y
se ve reflejada en las primitivas creencias2 que dieron origen al pensamiento de occidente y al Patriarcado como
hoy lo conocemos, siempre en guerra contra la “Madre Naturaleza”.
Bien
conocida es la práctica de los espartanos, los famosos guerreros, de
separar a los hijos de sus madres a muy temprana edad para
convertirlos en soldados. Esta práctica fue remplazada en el Estado moderno por lo que yo
llamaría imprinting humano, pues la encuentro similar al imprinting
(impronta) realizado en los potrillos. La idea con los caballos es
que una manipulación deliberada del potrillo recién nacido, permite
plantar la semilla de un comportamiento deseado ( en este caso
sumiso) frente a una situación futura - como en el caso de la
manipulación veterinaria. Para esto por ejemplo, se requiere que
durante la impronta introduzcamos el dedo dentro de boca, las orejas
y el ano de la pequeña criatura recién nacida, pues esto facilitará
en el futuro la introducción de distintos elementos. Esta idea, si
lo pensamos, tiene su correlato macabro en los bebes humanos, donde
es mucho más cómodo, más sutil y políticamente correcto intervenir
en el momento del nacimiento 3 Así con una serie de excusas que hemos aprendido a creer, un hombre
desconocido nos arranca, recién nacidos del calor, las voces, y la
única piel que nuestro cuerpo necesita sentir. La agonía se alarga
por lo que parecen ser siglos entre guantes de goma, superficies
hostiles y falta de amor hasta que volvemos, al fin manipulados y enfundados en
nuestra nueva piel al contacto, sin tacto, del cuerpo materno que nos
pertenece.
Mediante este tipo de impronta de violencia velada -pues
hoy día la práctica espartana nos resulta tan desagradable e
incorrecta como el trabajo infantil- se nos dice, claramente,
que nuestra vida y nuestro cuerpo ( como el de los caballos) nunca nos van a partenecer del todo, pues
deberá estar siempre disponible o al servicio de las instituciones
que nos vieron nacer.
1 Bergman
afirma que la peor situación que se puede encontrar una criatura al
nacer es la separación de la madre; que esta separación es una
violación de la criatura humana cuyo programa innato de crecimiento
preve el contacto piel con piel con su madre; y que esta violación
que sufre la criatura tiene un impacto de por vida. (sic)
...
Si la criatura no recibe amor, no produce amor; su sistema libidinal se estanca, se inhibe, queda reprimido; entonces se produce el contraefecto de esta contención, la agresividad y la violencia. Como la represión del amor se produce de manera invisible, también se hace invisible el origen de la violencia y del fratricidio, lo que permite presentarlos como naturales, e insertar el discurso del tánatos innato, de la naturaleza violenta del ser humano y su predisposición para la guerra. Así es como se puede, sin negar formalmente el amor materno ni la ternura, cambiar la capacidad de amar y la capacidad para la ternura, por la capacidad para dominar y para ejercer la crueldad. Sustraído el sistema libidinal de la organización humana, se introduce la dominación y la guerra." Casilda Rodrigañez
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Si la criatura no recibe amor, no produce amor; su sistema libidinal se estanca, se inhibe, queda reprimido; entonces se produce el contraefecto de esta contención, la agresividad y la violencia. Como la represión del amor se produce de manera invisible, también se hace invisible el origen de la violencia y del fratricidio, lo que permite presentarlos como naturales, e insertar el discurso del tánatos innato, de la naturaleza violenta del ser humano y su predisposición para la guerra. Así es como se puede, sin negar formalmente el amor materno ni la ternura, cambiar la capacidad de amar y la capacidad para la ternura, por la capacidad para dominar y para ejercer la crueldad. Sustraído el sistema libidinal de la organización humana, se introduce la dominación y la guerra." Casilda Rodrigañez
2 Los pueblos semitas pastores junto con los
indoeuropeos conquistaron en oleadas el territorio de la Media Luna
Fértil y desde Asia Menor hasta los Balcanes, que era el territorio
de los pueblos, ciudades y civilizaciones de la Gran Diosa y obtenían
su sustento principalmente de la agricultura. Dice Joseph Cambell, en
un breve pasaje donde habla del cambio en el sistema de creencias “
Hammurabi de Babilonia (ca. 1750 a.C.) fue el segundo de estos
ilustres reyes guerreros semitas. Del período de su reinado data la
epopeya babilónica del dios solar Marduk, cuya victoria sobre
Tiamat, la antigua diosa del océano primigenio, marca el momento en
el que en esa parte del mundo se produjo el decisivo paso de
transferir hacia una variedad de dioses tribales políticamente
establecidos la anterior lealtad a la diosa universal de la
naturaleza.
Marduk era el dios tutelar de Babilonia,
ciudad que había engrandecido Hammurabi. Los dioses más antiguos
del viejo panteón eran presa de un miedo abyecto ante la idea de
enfrentarse a la tatarabuela de todos ellos, pero entonces el nuevo y
joven héroe-dios, salió al encuentro de Tiamat. Ésta profirió
gritos agudos y salvajes, tembló y se sacudió hasta lo más
profundo de su ser, luego pronunció un hechizo mientras avanzaba
hacia él. Sin embargo, Marduk extendió su red y la atrapó, le
aplastó el cráneo con su maza inmisericorde, y con su cimitarra la
partió en dos mitades como a un pescado. De una mitad hizo la
cubierta para el cielo, a fin de que las aguas no pudiesen escapar, y
colocó la otra sobre las profundidades abisales. Cuando hubo
concluido este trabajo de creación, asignó un lugar a los dioses: a
unos el Cielo, a otros la Tierra y el Abismo. Por último, creó al
Hombre para que sirviese a los dioses, de modo que éstos reposaran a
su gusto.
¡Qué interesante! En la visión más
antigua, la diosa Universo estaba viva, ella era orgánicamente la
Tierra, el horizonte y los Cielos. Ahora está muerta, y el universo
ya no es un organismo, sino un edificio donde los dioses reposan en
medio del lujo: no como personificaciones de las energías según su
manera de operar, sino como inquilinos de lujo, que requieren
criados. Y el Hombre, en consecuencia, ya no es un niño nacido para
florecer en el conocimiento de su propia porción eterna, sino un
robot diseñado para servir.
Muy Bueno! Me hace recordar las sabias palabras de la escritora Casilda Rodrigañez sobre la desposesión y la carencia organizadas. Gracias
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